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ana rosa

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Mensajes publicados por ana rosa


  1. ola me gusta la idea y me gusta el titulo de Vivir en el extranjero!

    algo ambiguo para que no se metan solo los que se van de erasmus o hacer algun curso de idiomas al extranjero (esto ultimo lo recomiendo me fui con las becas del mec a londres 3 semanas y me lo pase en grande mucho idioma no aprendi pero es lo de menos)

    me parece muy util y podremos preguntar y contar me voy un año a irlanda y es interesante sacar toda la info y compartir la experiencia


  2. hola a todos en mayo me voy un fin de semana a irlanda a conocer a una familia para la que trabajare a partir de agosto pero eso es aparte y me he estado documentando en este foro y otros lados donde ir los fines de semana que tendre libres

    weno sobre mayo tengo un par de dudillas espero que me ayudeis y como he dicho he buscado en el foro informacion

    la 1ª duda es si vale la pena visitar cork y si es asi que visitar la familia me ha dado la opcion de visitar cork o ir a un zoo que hay alli. en un principio iba a decantarme por cork pero no lo tengo muy claro que me recomendais si es cork que es bueno visitar

    la 2ª dado los horarios de la familia y del vuelo vamos a pasar algo mas de medio dia en dublin incluyendo una noche. me gustaria saber que es lo mas destacado a ver y donde se puede ir a tomar algo si cuadra. probablemente vuelva si vale la pena cuando curre pero hay que ver algo para pasar el tiempo

    gracias de antemano


  3. weno primero daros las gracias x haber puesto vuestra confianza en este diario y esperamos no decepcionaros ;)

     

    Día 2: Amberes y Brujas

     

     

     

    Después de dormir toda la noche como angelitos, decidimos despertarnos el 30 de junio temprano para aprovechar el desayuno que ofrecía el albergue y tener todo preparado para el check-out que era a las 10 de la mañana. Nuestros planes para ese día pasaban por visitar Amberes y dormir esa noche en Brujas. Al final, quedamos sin pasar por Gante, en parte por falta de tiempo, en parte porque a Héctor no le daba la gana de pasar por allí.

     

    Después de recoger todo y dejar en recepción la tarjeta que tanta guerra nos había dado, nos dirigimos a la parada del underground para coger un metro gratuito que el ayuntamiento de Bruselas nos proporcionaba por ser tan listos. Nos dirigimos a aquella parte de la ciudad que tan mal rollo nos dio cuando llegamos.

     

    Héctor se había confundido al comprar el billete de interrail, pidiéndolo para que funcionara a partir del día siguiente (como veis la suerte nos siguió desde antes de partir). Por tanto, tuvo que comprarse un billete a Amberes. Mientras Alberto y yo nos fuimos a buscar un súper donde comprarme un champú y un par de botellas de agua para sobrevivir. Después de dar miles de vueltas por el supermercado, ya convencidos de que allí no vendían champú, nos disponíamos a pagar las botellas de agua. Al momento me di cuenta de que detrás de la caja, al lado de las botellas de alcohol, estaban los champús. El momentazo del día fue cuando tuve que hacerle entender al dependiente que quería uno de los champús que tenía detrás.... Al final mediante gestos y vanales intentos de hablar inglés, conseguí mi propósito. Detrás de mí, Alberto se aguantaba la risa (debió haberlo intentado él).

     

    Salimos del súper, yo toda happy con mi champú nuevo, y nos dirigimos a la zona de venta de billetes donde habíamos quedado con Héctor. Parece que la comunicación entre nosotros no fue tan buena como debería haber sido. Tras varios minutos esperándolo, decididos salir a llamarlo, y de repente lo vimos sentado en unas escaleras cercanas esperándonos. ¡Con tonterías como estas vamos a perder el tren! El próximo tren a Amberes salía en menos de 15 minutos. Nos dirigimos al anden a esperarlo y nada más llegar nos subimos para poder ir juntos.

     

    Durante más de 30 minutos de viaje, nos dimos cuenta de que el paisaje de Bélgica era una minuciosa réplica del paisaje gallego que habíamos dejado atrás. Al fin, vimos anunciar una estación de Amberes. En nuestra ignorancia, decidimos bajarnos, ya que no estábamos al tanto de que hasta las ciudades pequeñas, en aquellas zonas geográficas, tenían más de una estación de tren. Y, por supuesto, nos bajamos en la estación de Amberes situada más a las afueras, Antwerpen-Berchem. Dejamos nuestras mochilas en las taquillas de la estación. Salimos a la calle todos felices y nos dirigimos a la parada de tranvía que hay enfrente de la estación para ver donde estábamos y a donde teníamos que ir. ¡Estamos tan a las afueras que no aparecemos en nuestro mapa! En vez de esperar al próximo tren que pasase (cualquiera nos habría acercado, más o menos, al centro) o subirnos en un tranvía que nos llevase al centro, decidimos ir andando, de lo que más tarde nos arrepentiríamos.

     

    En una excepcional muestra de habilidad orientativa, Héctor nos intentó guiar basándose en los mapas de la ciudad que había en las paradas de autobús que nos encontrábamos. Sobra decir que no sirvió de nada. Tras un par de kilómetros recorridos en círculo, y con el Sol justo sobre nuestras cabezas, decidimos terminar nuestra odisea y acceder a pagar 1.60 euros al primer tranvía que se apiadara de nosotros y nos llevara a Antwerpen-Centraal, la estación en la que teníamos que haber bajado del tren. Al menos el paseo no fue tan inútil: en él, conocimos la cara más cotidiana de una ciudad belga, más allá de sus monumentos y tiendas de souvenirs. Un detalle curioso fue ver las bolsas de basura en los portales de las casas, esperando pacientemente a que llegara el basurero a recogerlas.

     

    El rugido de nuestras tripas nos daba la bienvenida al centro de Amberes. Aquello parecía una ciudad distinta, más parecida a la Bruselas monumental que conocíamos. Por suerte para nosotros, aquello estaba lleno a rebosar de restaurantes. Ignoramos todos los carteles donde se repetía insistentemente la palabra “gratis” (vete tú a saber qué significa), y optamos por un restaurante italiano donde, por un módico precio, te podías zampar una pizza margarita bastante grande. Además, los estudiantes poseedores de tarjeta universitaria, como Alberto y yo (Héctor se había dejado la suya :-p), nos beneficiábamos de un interesante descuento. Allí nos sentamos los 3 a tomar cada uno su pizza y Héctor a tomarse su cañita mientras que Alberto y yo, en un gran acto de cutrez, bebimos del agua que llevábamos encima a escondidas. Después, a la hora de pagar, pedimos el descuento. Sin embargo, el camarero no nos lo aplicó, alegando que teníamos que haber dicho antes que éramos universitarios. ¡¿Es que no lo parecemos?! Como venganza, nos llevamos un mantelito de papel muy chulo del sitio. Después, nos dispusimos a recorrer aquella calle, que parecía ser la principal. Al momento, descubrimos que aquello no era más que una calle llena de restaurantes, tiendas de ropa y de recuerdos. Como aquel lugar no incitaba a hacer turismo, nos dedicamos a hacer compras útiles (Alberto se hizo con un horrendo par de chancletas por la clavada de 20 euros). Después, pasamos a jugar a un juego que patentamos durante el viaje de a ver quién veía más Zaras y Bershkas xD. Adelanto que hemos completado el juego en todo el viaje, salvo que no vimos ningún Zara en Berlín.

     

    Llegando al final de la calle, Héctor nos anunciaba que estábamos a punto de llegar a un canal. Más por ese detalle que por otra cosa, el río nos sorprendió por lo ancho que era. Si aquello es un canal, el Ebro es un manantial xD. En la orilla nos encontramos con un pedazo castillo (de apenas 5 metros de altura) que atravesamos, en el que sacamos cientos de fotos. Nos paramos a descansar en un muelle cercano al castillo, desde el que se veía el “pequeño canal” en todo su esplendor. Tras el descanso, volvimos a la estación central, donde cogimos un bus para volver a la estación de las afueras. Recordamos que nuestras mochilas estaban allí de rehenes.

     

    Una vez en la estación de Berchem, Héctor tuvo que ir a sacarse otro billete, esta vez hacia Brujas. Y, aunque no os lo creáis, su economía sobrevivió mejor que las nuestras al final del viaje.

     

    Durante el viaje en tren, y dado que era nuestro primer día estrictamente de interrail, nos surgían dudas, como qué nombres poner en la lista que hay que cubrir, o dónde encontrar el número del tren. Alberto todavía no sabe cómo hacerlo. Tras una hora de viaje, llegamos a nuestro siguiente destino: Brujas. La ciudad no nos pareció demasiado grande y no nos apetecía gastar dinero. Por tanto, decidimos ir caminando hasta el albergue que habíamos reservado el día anterior. Por una vez, no nos equivocamos y conseguimos llegar con la única ayuda del mapa y mi pericia como guía. Con el primer vistazo, ya nos habíamos enamorado de la ciudad. Resistimos con todas nuestras fuerzas desviarnos para perdernos por las calles tradicionales y contemplar los preciosos canales. El albergue, situado en pleno centro de Brujas, era muy interesante. La planta baja era un bar con una original y cantosa decoración. Nos registramos y subimos a nuestra habitación. Esta vez tendríamos que compartir la habitación entre 6 personas. Al menos, nuestros compañeros eran tres españoles que habían llegado el mismo día que nosotros, y que marcharían dos días después, igual que nosotros.

     

    No podíamos esperar a salir a explorar la ciudad y, de paso, buscarnos algo de cena. Cuando no llevábamos ni 5 minutos andando, nos paramos al lado de una iglesia para que Héctor hablase tranquilamente por teléfono. Los otros dos, escudriñando el mapa, decidimos tomar la dirección opuesta, hacia la plaza central ya que, de los sitios de comida recomendados en el mapa, uno ya estaba cerrado y el otro cerraba en 15 minutos. Dimos media vuelta y, aunque fuimos bastante rápido, no dimos con el sitio. Al final, Héctor se fue al albergue, donde tenía comida. Alberto se fue a un asiático a por unos rollitos de primavera, que resultaron más pequeños que la tranca de un chino. Yo, como soy muy tiquismiquis con la comida, me quedé en una hamburguesería para pillarme una “to take away” (si es que estamos todos muy compenetrados xD). Aunque le repetí al tipo 50 veces que quería una hamburguesa “only with cheese”, el tío me dio una con pepinillo y cebolla, y tuve que desmontarla en la calle para quitarle todo aquello. Como nuestras respectivas cenas no nos habían aplacado ni un ápice de apetito, Alberto y yo nos compramos unos helados, que estaban buenísimos.

     

    Volvimos al albergue, donde habíamos quedado con Héctor y nos dispusimos a ir a dar una vuelta y a tomar algo. Aunque no quería aceptarlo, Héctor estaba perdiendo habilidades orientativas. Primero fuimos a un bar muy cutre de viejos donde había un perro super mono, que parecía el verdadero dueño del sitio. Éste nos pegó un par de ladridos cuando entramos pero luego se retiró y empezó a campar a sus anchas por el local. Héctor y yo tomamos un par de cañas y Alberto, que no soporta la cerveza, pidió cocacola. Cuando me acabe la mía y Héctor la segunda decidimos cambiar de sitio y nos fuimos. Tras dar varias vueltas, acabamos en un sitio muy chulo y de ambiente joven. Nos metimos en un patio de magnífico aspecto, rodeado por casitas típicas de la ciudad y de árboles. Yo tomé una cocacola y los chicos un par de cañas. Cabe decir que Alberto, pese a toda su fuerza de voluntad, no se acabó la suya y se la cedió a su compañero. Caían unos bichitos verdes de los arboles, parecidos a mantis religiosas pero mucho más pequeñas. Por suerte, esos no eran de los insectos que nos chupan la sangre y nos roban las bebidas.

     

    De allí nos fuimos al albergue. Los chicos se quedaron en el pub de abajo, pero yo estaba demasiado cansada y subí a dormir.

     

    Alberto nos cuenta los acontecimientos de aquella noche:

     

    Héctor volvió a pedirse otra cerveza. Si fuera yo, bastaría un pequeño empujón para tirarme al suelo y empezar a vomitar xD. La conversación fue muy interesante, aunque no recuerdo casi nada de ella. Uno de los guiris que se sentaban cerca, tan borracho como estaba, me tiró algún objeto poco contundente. Héctor se burló de mí. “Le gustas, fíjate en como se rió de ti”, me dijo. ¡Puto marica! Yo empezaría allí mismo una guerra de tirarnos cosas pero, como éramos 2 contra 6, preferí ignorar a mi desdichado pretendiente. Recuerdo haberle pedido a Héctor que el día siguiente nos dejara solos a mi chica y a mí por un tiempo. Él me respondió que no tenía ningún problema.

     

    En breves, el próximo día, en el que desvelaremos, con detalles, cómo invertimos Ana y yo el tiempo en el que Héctor nos dejó a solas.


  4. Día 1. Bruselas no sólo es famosa por las coles:

     

    Sí, en Bruselas empezamos nuestras andadurías por tierras europeas aquel magnífico día 29 de junio, sisi

     

    A las 8 y pico de la mañana aterrizamos en Charleroi, el aeropuerto de Bruselas aunque, por lo lejos que está de la ciudad, yo lo llamaría aeropuerto de París. Alberto empezó el viaje disgustado ya que, durante el vuelo, los locos empleados de Ryanair maltrataron su mochila y le despojaron de su bufanda de la selección española, que pensaba llevar con orgullo por tierras alemanas.

     

    Después de dar vueltas buscando un medio con el que atravesar el país hasta Bruselas y con la ayuda de unos españoles encontramos una taquilla donde nos clavaron 10 eurazos por un bus que nos llevaría a Bruselas. Cansados y con frío (añadido de alberto ya que yo estaba tan felizmente durmiendo y no senti frio), sufrimos un viaje de más de una hora hasta la capital.

     

    Llegamos a una estación a las afueras de Bruselas sin saber nada de la ciudad y, después de dar muchas vueltas conseguimos un plano de la ciudad y una pequeña lista de albergues. Después hicimos un descanso para comer algo. Ahora tocaba la dura tarea de encontrar las impronunciables calles donde se hallaban los susodichos albergues. En esta búsqueda, perdimos el tiempo y la paciencia, pero finalmente, Alberto encontró por casualidad dos de las calles. Aquel fue nuestro primer contacto con la capital belga, que nos dio al principio una impresión decepcionante. Las calles sucias, los edificios feos y los vagabundos en aquélla plaza casi nos convencieron para saltarnos el destino e ir al siguiente.

     

    Nuestra siguiente misión era averiguar cómo llegar hasta aquéllas calles sin que las mochilas nos cavaran una tumba durante el camino. La opción más sensata fue tomar el metro. Como turistazos que éramos, pagamos el billete, que en realidad es innecesario dado que nadie vigila el acceso al metro, pero con las indicaciones llegamos a un albergue. Como la suerte nos acompañaba durante el viaje, resultó que los chicos no teníamos cama. Con los gritos de “¡No boys!” persiguiéndonos, hicimos una pequeña caminata en busca del otro albergue que habíamos identificado en el mapa. Allí, pillamos una habitación de 3 y dejamos nuestras maletas en el almacén a la espera de las 3 de la tarde, la siniestra hora para hacer check-in en aquel lugar. Mientras guardábamos las cosas, Alberto dejó resbalar su cámara del bolsillo, cayendo ésta al suelo. Sus intentos por reanimarla fueron en vano: la cámara estaba viva, pero incapaz de hacer su trabajo. Sin embargo, no todo estaba perdido: yo aún contaba con mi cámara para retratar las aventuras que nos esperaban. Héctor no llevó cámara de fotos, ya que no había espacio físico ni virtual en su mochila para ella.

     

    Como teníamos varias horas antes de poder subir a nuestra habitación y darnos una buena ducha decidimos ir al centro en metro, pero esta vez sin pagar (no caemos de nuevo xD). Nos bajamos en una parada al lado de un bonito parque, junto al cual estaban los palacios. Después de hacernos varias fotos al lado de una fuente con un chorro altísimo (y de ignorar la propuesta de Alberto por hacérnoslas también al lado de una ridícula fuente sólo porque era hexagonal :-p), decidimos volver andando al albergue y de paso ver un poco la ciudad. Fue entonces cuando Héctor se descubrió como un magnífico guía. En realidad, acaparó el mapa y, cada vez que se equivocaba de ruta, acabábamos en un sitio interesante. Aquélla parte de la ciudad estaba bastante chula. Entre callejones, casitas típicas belgas y pequeñas plazas, encontramos un mercadillo donde vendían de todo un poco, incluidas velas en forma de cerveza. Nos agenciamos una cajita de chocolate belga, que estaba delicioso, mientras nos la comiamos aparecio un perrito monisimo con cara de muerto de hambre que se queria comer nuestro chocolate con lo cual tuvimos que apurarlo y lo disfrutamos menos, y decidimos volver al albergue, ya que estábamos muy cansados.

     

    Uno de los momentazos del día fue cuando el recepcionista del albergue, por algún extraño motivo, dudó en si Alberto era chico o chica. Las risas por aquéllo duraron horas (eso se dice el yo por lo menos me sigo riendo todavia de la anecdota que estuvo muy bien). ¡Hogar, dulce hogar! Sin duda, aquél no era nuestro día, ya que la tarjeta magnética que debería abrir nuestra puerta no funcionaba. Después de vernos perder el tiempo, tirados con las mochilas en medio del pasillo, mientras los chicos bajaban múltiples veces para solucionar el problema, yo estaba demasiado cansada como para moverme del suelo para bajar 3 pisos para conseguir la maldita llave y para algo me fui con 3 tiarrones de viaje no XD, conseguimos acceder al cuarto. ¡Por fin, la tercera tarjeta que nos hicieron funcionaba! Aunque en su momento nos quejamos de ella, la habitación era, con diferencia, la mejor en la que nos alojamos los tres durante el viaje. Después de una ducha y un pequeño descanso, nos sentíamos como si hubiéramos vuelto a nacer. Queda como comentario que Alberto nos rateó sandalias y toalla, ya que él, en sus prisas por hacer la mochila en el último momento, no tenía. Weno yo tuve que ratear el champu dado que me lo confiscaron en el aeropuerto como veis la suerte nos acompaño desde el primer momento jejeje.

     

    Después de todo esto nos dirigimos al Atomium en metro (claro está, dado lo lejos que se encontraba). El monumento estaba muy chulo pero, para desesperación de los chicos (sobre todo de Héctor) ya que yo tengo cierto panico a las alturas y no le encontraba sentido subirme al bicho ese, a esas horas de la tarde no nos dejaban subir. Nos conformamos, pues, con hacerle varias fotos. Era asombroso como, al estar cerca del monstruo, las bolas gigantes de la construcción parecían echarse sobre nosotros. Después de un descanso, decidimos dar una vuelta por un parque que hay al lado muy chulo y grande. Durante este paseo, llegamos a la conclusión de que Héctor tenía el sueño de morir viajando. ¿Quién sino se moriría por hacer el transiberiano, escalar el Everest o colonizar el polo norte?

    De vuelta en el albergue, tuvimos una cita obligada con la televisión, para ver el partido de la final de la Eurocopa. Para la ocasión, los del albergue habían abierto una sala con televisión gigante, en la que estábamos la mitad de los alberguistas. Era lamentable la poca emoción que ponían los comentaristas belgas, hasta el punto de que sus voces eran a veces eclipsadas por las de los españoles, que debían estar cerca de ellos. Entre aquello y que estábamos rodeados por un montón de zombis, la emoción no se pudo adueñar de la sala. Con la euforia de la victoria española plantee salir a darlo todo para celebrarlo, pero estos dos vagos no querian moverse y me tuve que jorobar y festejar nuestro triunfo con la "mejor de las recompensas: un buen sueño".

     

    En breves, el próximo día, en el que desvelaremos, entre otras cosas, por qué la palabra “gratis”, en belga, no significa gratis.


  5. weno hoy cuelgo el primer dia pero despues de dormir

    weno que sepais que el amigo alberto no esta loco y no tiene doble personalidad (vease el Alberto y yo) sino que la que iba a colgar el diario era yo y le quedo la idea

    si creo que el dia cero de nuestro viaje fue el unico en el que nos sonrio la suerte pero weno asi se hacia mas interesante para todos sobre todo pa hector que nos veia como ibamos decayendo poco a poco


  6. Introduccion:

    Prefiero no iniciar el relato de nuestra aventura con el itinerario de viaje. Los lugares que visitamos, seguramente, ya los habéis visitado vosotros. Probablemente pensaréis que no vale la pena leer el diario sobre un viaje tan estándar. Sin embargo, tenemos los mejores ingredientes para una experiencia llena de situaciones desastrosas y dificultades. Pongamos a tres jóvenes viajeros inexpertos buscando su primera experiencia en el interrail, junto a varias casualidades difíciles de creer, y el resultado puede ser una aventura inolvidable.

     

    Uno de los puntos más curiosos del viaje fue la forma en que decidimos tomarlo. Héctor y yo empleábamos las aburridas clases de química para hablar sobre temas trascendentales y poco interesantes. Un día me contó que se había enganchado al foro de interrail.org. Me aconsejó leer algunos relatos de viajes. Él estaba asombrado por las aventuras que pasaba la gente viajando a tierras lejanas. Hasta la fecha, yo no sabía nada sobre el interrail. Creía que eso era un tren que recorría Europa de punta a punta a una velocidad de 400 km/h. Mi compañero me explicó en qué consistía y, desde el principio, me entró la curiosidad por saber más. Sobra decir que a mí me encanta viajar y que un recorrido por Europa adelante era para mí como una gran tarta de cumpleaños para un niño pequeño.

     

    Usando, como no, las clases de química, Héctor y yo estuvimos un mes fantaseando con los lugares que visitaríamos si estuviéramos sueltos por el extranjero. Desde el principio, él situó como su destino más añorado al paraíso europeo de las drogas y el sexo conocido como Amsterdam. Mi parte de la aportación fue, básicamente, elegir el resto del recorrido. Uno de mis caprichos era hacer una visita a mi amor platónico en el sur de Alemania, en un pueblo cuyo nombre, a día de hoy, aun no saben pronunciar mis compañeros de viaje. Por tanto, me inventé un recorrido que conectaría este pueblo (Künzelsau, para quien lo quiera intentar leer en alto) con la capital holandesa. Este recorrido incluía Berlín, y más tarde incorporaríamos Munich y Bremen.

     

    El caso es que las fantasías y ensoñaciones se hicieron realidad cuando se me ocurrió conectarme un día a internet y Héctor me llamó emocioniado vía msn. Había encontrado un vuelo baratísimo entre Madrid y Bruselas por 10€. “¡Es una oportunidad caída del cielo!”, me dijo. En aquel momento yo también me emocioné y le propuse reservar ese vuelo. Y, de esta forma, el día siguiente habíamos comprado los vuelos. De la noche a la mañana, estábamos embarcados en un viaje titánico que antes nos parecía imposible. Un mes antes, yo no sabía nada sobre lo que era el interrail, y un mes después estaría viajando con ese billete en el bolsillo. Todo parecía perfecto, nada cerca de la realidad…

     

    Los días siguientes, estuvimos haciendo campaña entre nuestras respectivas amistades para reclutar a gente que nos acompañara en el viaje. Estuvimos a punto de convencer a dos compañeros de clase, pero al final optaron por disfrutar del aire oxigenado de los montes gallegos antes que respirar la polución de las ciudades alemanas. A todo esto, cuando llevaba dos semanas con el vuelo reservado, se me ocurrió, por casualidad, comentarle a mi novia que me marchaba de viaje nada más acabar el curso. A ella, que también le gustaba viajar, le atrajo la idea y decidió reservar su vuelo… aquélla misma tarde. De esta forma, Ana se unía a nuestra aventura sin sentido.

     

    Paralelamente, yo me daba cuenta de que mi reserva no se había hecho correctamente. Por tanto, tuve que moverme hasta Santiago (a 60 km de nuestra Coruña natal) y pagar 20 € más que mis compañeros.

     

    Una vez nuestros sueños eran un hecho, Ana y Héctor empezaron a trazar con detalle las rutas y los planes para el viaje vía internet. Mientras, yo estaba muy ocupado dedicándome a temas más importantes, como averiguar cómo aprobar química después de haber desaprovechado las clases. Durante esta etapa, el viaje maduró con los siguientes planes: llegar a Bruselas; visitar Brujas, Gante y Amberes en Bélgica, por el chocolate; movernos a Amsterdam, por la droga y el sexo, como ya he apuntado; y después visitar las cuatro ciudades de Alemania que nadie se puede perder: Berlín, Munich, Künzelsau y Bremen. Ésta última ciudad es un destino obligado única y exclusivamente por el cuento de los músicos de Bremen, del que yo nunca había oído hablar. Después regresaríamos a España con calma y, si había tiempo, haciendo alguna visita de camino.

     

    Desde mi punto de vista, no pude disfrutar al ver como, con los días, se acercaba la fecha de partida. Sin embargo, dos días antes me golpeó la emoción de tener el viaje tan próximo. Ana y yo nos hicimos con unos billetes de bus para movernos hasta Madrid el día de partida. Yo, para variar, esperé hasta dos horas antes de marchar para llenar la mochila. Como resultado, me habría olvidado de llevar la mitad de las cosas para el viaje. En fin, el pasado no se puede cambiar, y en aquél momento el destino ya había escrito todas nuestras desdichas…

     

    En breves, vuestra curiosidad será saciada por Ana, que relatará todos los hechos del viaje. ¿Y yo quién soy? En estos momentos, no soy nadie (detalle por desvelar en adelante), aunque respondo al nombre de Alberto.

     

    Dos aclaraciones de importancia: la primera es que, lamentablemente, no tenemos fotos de nuestra odisea, por motivos que desvelaremos en un futuro. En segundo lugar, para los que tengáis curiosidad, sí aprobé química :- )


  7. weno supongo que no seremos los primeros en haber hecho este viaje pero con lo bonitas que fueron esas ciudades y todas las desdichas que nos sucedieron decidimos colgar este diario espero que os guste y que no os resulte demasiado pesado jejje

     

    weno pa que os vayais haciendo la boca agua aqui os dejo la ruta que queriamos seguir y la que acabamos haciendo

     

    la idea con la que partimos felizmente de galicia hacia tierras muy lejanas 3 jovenes gallegos: 2 coruñeses Ana y Alberto y un vigues Hector:

    lo 1º de todo era como llegar al extranjero encontramos un vuelo barato a Bruselas desde Madrid y alli nos fuimos los 3 a Madrid y e aqui la ruta que queriamos seguir:

    Madrid-Bruselas-Amberes-Gante-Brujas-Amsterdam-Bremen-Berlin-Munich-Karlsrue-Selva Negra y si nos daba algo de tiempo visitar algo de Suiza y vuelta pa casa en tren

    dia de salida el 29 de junio para Bruselas con lo que teniamos que salir de casita el 28; y de vuelta el 15 de julio

     

    la ruta que hicimos al final por problemas tecnicos que os iremos contando a medida que pasen los dias:

    Dia 0: A Coruña-Madrid con noche en Barajas

    Dia 1: Madrid-Bruselas con noche en Bruselas (este dia España gano la eurocopa jjejeje)

    Dia 2: Bruselas-Gante-Brujas con noche en Brujas

    Dia 3: Brujas

    Dia 4: Brujas-Amsterdam con noche en Amsterdam

    Dia 5: Amsterdam

    Dia 6: Amsterdam-Berlin con noche en Berlin

    Dia 7: Berlin

    Dia 8: Berlin

    Aqui decidimos volvernos para casa siguiendo esta ruta:

    Dia 9: Berlin-Basel (Suiza) haciendo noche en Basel

    Dia 10: Basel-Avignon (Francia) haciendo noche en Avignon

    Dias 11-12: Avignon-A Coruña haciendo noche en el nocturno que une Barcelona con A Coruña

    al final el viaje fue mas corto ya que partimos como teniamos pensado el 29 y volvimos el dia 10 a las 12 y media


  8. pues este va a ser mi primer inter rail y me voy del 29 junio al 15 de julio

    Belgica, Holanda y Alemania la rutano la tenemos clara pero queriamos ir:

    Bruselas-Gante-Brujas-Amberes-Amsterdam-Bremen-Berlin-Munich

    quizas suiza y volvernos pa casa :rolleyes:

    si conoceis algun sitio chulo de la zona avisad y si vais a andar x ahi sobre estas fechas a ver si coincidimos

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